martes, 6 de septiembre de 2011

¿Qué es la psicología?


1.1. Objeto y métodos de la psicología. ¿Una o varias respuestas?
Ante la pregunta “¿qué es la psicología?” podemos afirmar que no existe una definición unánimemente aceptada.  
En la bibliografía específica sobre el área nos encontramos con muchas y disímiles definiciones de psicología. Algunas de ellas son: la psicología "es el estudio del alma", "es el estudio de la vida psíquica", "es el estudio de la conciencia", "es el estudio de la conduc­ta", "es el estudio de los procesos mentales", etcétera.
Esta dispersión en las definiciones no es producto de un caprichoso individualismo, sino la expresión de un amplio debate epistemológico acerca de las bases mismas sobre las que se apoya la delimitación de un campo de conocimientos: la definición de su objeto de estudio y del método adecuado para acceder al conocimiento de dicho objeto.
La identidad de cualquier campo científico se funda en la posibilidad de recortar un sector de problemas que le son propios. Existen campos científicos mejor delimitados y otros cuyos límites resultan todavía confusos, pero que están en permanente construcción.
En el prefacio de su libro “La estructura de las revoluciones científicas”, Thomas S. Khun, físico teórico contemporáneo dedicado al estudio de la historia de la ciencia, señala que después de pasar un año en un Centro de Estudios Avanzados sobre las Ciencias de la Conducta lo asombró el gran “número y el alcance de los desacuerdos patentes entre los científicos sociales sobre la naturaleza de problemas y métodos científicos aceptados”.

De esta observación de Kuhn podemos subrayar dos aspectos:

a) la diferenciación de dos ámbitos del conocimiento: el de las ciencias naturales y el de las ciencias sociales;
b) los desacuerdos no se refieren a talo cual problema específico dentro de un campo de conocimientos, sino a la naturaleza misma de los problemas (es decir, al objeto de estudio) y a la cuestión del método,

   ..           Estas cuestiones nos instalan en el centro del debate epistemológico que a menudo ha tomado la forma de una disputa en la que la psicología es reclamada desde el ámbito de las ciencias naturales y desde el ámbito de las ciencias sociales.
Quizá resulte necesario aclarar que el objeto de estudio eje de una ciencia no es un objeto empírico, sino conceptual. Es un objeto abstracto, delimitado desde el punto de vista epistemológico, y no la suma de los temas y de los problemas que esa ciencia trata de resolver. La historia de la psicología nos muestra que hay temas o problemas de los que se han ocupado distintas escuelas del pensamiento psicológico, pero las respuestas a esos problemas varían de acuerdo con la perspectiva epistemológica en que se sitúen los investigadores para definir el objeto de estudio.
Nos vemos así conducidos a interrogamos sobre si es posible hablar de "la" psicología o si, más bien, habría que hablar de "las" psicologías; y en este último caso, ¿cuántas psicologías?
Las distintas respuestas que históricamente se han ido dando a la pregunta "¿qué es la psicología?" sólo cobrarán sentido en la medida en que podamos ir vinculándolas con las cosmovisiones de las cuales emergen, en determinados contextos socioculturales e históricos.
1.2. Esbozo de las respuestas al problema del objeto y del  método de la psicología desde una perspectiva histórica.
1.2.1. Antecedentes: la preocupación de la filosofía y de la teología por la naturaleza del alma y su relación con la materia.
La emergencia de las llamadas ciencias del hombre, a partir del siglo XIX, pone en crisis la división hasta entonces imperante entre la filosofía, como saber esencialmente especulativo y subjetivo, y la ciencia., como saber con pretensiones de objetividad, apoyada en métodos rigurosos. Hasta el siglo XIX, las ciencias del hombre, entre ellas la psicología, constituían ramas de una antropología filosófica que intentaba dar cuenta del hombre como totalidad. Por lo tanto, su historia se confunde con la historia de la filosofía y sus postulados se corresponden con la concepción acerca del hombre que predomina en cada momento,
En la cultura occidental, dichas concepciones pueden ser esquemáticamente divididas en tres fases: la concepción clásica, la concepción cristiana y la concepción moderna.
La primera, que abarca desde los filósofos griegos hasta la Edad Media, estuvo centrada en determinar los principios de ordenamiento del cosmos. El hombre fue entendido como la parte del cosmos dotada de razón, y había una preocupación por establecer las relaciones entre el alma y la materia. Platón fue el primero que introdujo la distinción entre el espíritu y la materia, afirmando que las ideas son reveladas por la razón, mientras que las cosas son reveladas por los sentidos. En su intento por jerarquizar la razón por sobre lo sensorial, consideró al mundo de las ideas más verdadero que el mundo conocido por los sentidos. En cambio, Aristóteles no estableció esa división jerárquica; por el contrario, afirmó que materia y espíritu (en realidad, materia y forma en la terminología aristotélica) no pueden existir por separado: el cuerpo existe en ra­zón del alma, pero el alma existe solamente en y a través del cuerpo. El alma es una forma del cuerpo viviente y no una sustancia separada de la materia. La concepción aristotélica se constituye, así, en un antecedente remoto de la psicología considerada como ciencia natural, muchos siglos antes de que el vocablo "psicología" fuera utilizado por primera vez.
Así como la concepción clásica fue una concepción cosmocéntrica, el pensamiento medieval, dominado por la concepción cristiana, va a constituirse como teocéntrico. La fuente del conocimiento se sitúa fuera del hombre, ubicándose en un Dios creador. La razón ya no es suficiente, debe acudirse a la fe como instrumento del conocimiento. El estudio del alma forma parte de preocupaciones derivadas de la teología, y la utilización de la introspección se basa en la convicción de que en el ­fondo del alma se halla Dios.
Esta cosmovisión se derrumba con la llegada de la "nueva ciencia" basada en la concepción moderna del Iluminismo, que introduce una diferenciación tajante entre el conocimiento científico y el conocimiento filosófico. Ya no le corresponde a la filosofía ocuparse de las cuestiones que las ciencias particulares -la física, la astronomía, la biología, etc.- reivindican para sí. La realidad se descompone en partículas que son estudiadas por distintas ramas de la ciencia. El hombre pasa a ser valorado como sujeto del conocimiento y, como tal, referente ineludible para la construcción de las significaciones del universo. Por eso, la concepción moderna es profundamente antropocéntrica: el hombre sustituye a Dios como fuente del conocimiento" Esta nueva "edad de la razón" no puede considerarse sin una referencia a Descartes. A principios del siglo XVII, Descartes introducía una clara diferenciación entre dos sustancias: el espíritu y la materia (sustancia pensante y sustancia extensa). Pero lo más importante, por sus consecuencias posteriores, es que el modo de acceso al conocimiento de cada una de esas sustancias es por completo diferente. Mientras que se accede al conocimiento del espíritu en forma directa, el conocimiento de la materia (incluido el cuerpo) se realiza a través de los sentidos.
Se abre así un dualismo irreconciliable entre lo fisiológico y lo psicológico. El conocimiento de ambos órdenes de fenómenos genera una bifurcación: un conocimiento organicista y mecánico del ser corporal y biológico del hombre y un conocimiento espiritualista, intelectual, introspectivo, del "alma" humana.
La filosofía emergente de la influencia cartesiana, y sus derivaciones en la psicología posterior, es una filosofía de la conciencia, ya que el cógito cartesiano es la forma bajo la cual el "alma" de la filosofía clásica se transforma en "conciencia".

1.2.2. Intento de constitución de una psicología independiente a partir del modelo de las ciencias físico-naturales del siglo XIX.
Al llegar al siglo XIX, la filosofía, bajo la influencia cartesiana, mantenía la idea de hombre como ser racional, dotado de conciencia: por lo tanto, la psicología (aún concebida como rama de la filosofía) se constituía como la explicación racional de los hechos de conciencia.
Por otra parte, el avance espectacular de las ciencias experimen­tales (la física, la química, la biología) proporciona un modelo tentador: existe una metodología rigurosa que permite acceder a amplios dominios del saber humano a través de la formulación de leyes que dan cuenta de verdades claras, univocas e inmutables. La defensa de la ciencia experimental tiene su máximo exponente doctrinario en el fundador del positivismo, Augusto Comte, quien señala textualmente:
"  el espíritu humano renuncia a las búsquedas absolutas (meta­físicas y teológicas), que corresponden a su infancia; circunscribe sus esfuerzos al dominio exclusivo de la verdadera observación, la única base posible de los conocimientos verdaderamente accesibles, 'sabiamente adaptados a nuestras reales necesidades ... En una palabra, la revolución fundamental que caracteriza la fuerza de nuestra inteligencia consiste esencialmente en sustituir, en todos los dominios, la inaccesible determinación de las causas propiamente dichas por la simple búsqueda de las leyes, es decir, de las relaciones constantes que existen entre los fenómenos observados." (Comte, A.: Discurso sobre el espíritu positivo).
Queda así resumido el dogma general de la invariabilidad de las leyes naturales, con su correlativa preocupación por la medición y por la predicción: la función de las ciencias experimentales no era la de explicar los fenómenos, sino la de preverlos con exactitud.
Con respecto a la psicología, ya Kant en el siglo anterior había afirmado la imposibilidad de que se convirtiera en una ciencia dado que los fenómenos psicológicos carecen de una dimensión espacial y, por lo tanto, no son susceptibles de medición ni de "tratamiento matemático". Más tarde, también Comte le niega un lugar en su clasificación de las ciencias, distribuyendo su objeto de estudio entre la fisiología y la sociología.
Simultáneamente, la extraordinaria repercusión de la teoría de la evolución de Darwin contribuyó a afianzar la idea del hombre como ser natural. Deja de ser, así, el ser privilegiado de la creación, para convertirse en un objeto más del conocimiento, sujeto a las leyes de la naturaleza.
Esta apretada síntesis intenta dibujar los trazos más gruesos que caracterizaban el clima positivista del siglo XIX, con el objeto de delimitar el contexto en el cual se produce el momento fundacional de la psicología como campo autónomo del sabe29


En este contexto científico-filosófico del siglo XIX se ubica el nacimiento de la psicología como ciencia independiente en el año 1879, coincidente con la fundación, en Leipzig, del "primer laboratorio de psicología experimental", por parte de W. Wundt (1832-1920).
En primer lugar, si aceptamos ese hito como demarcatorio entre lo "científico" y lo "pre-científico" en psicología, estamos presuponiendo un criterio de cientificidad derivado del positivismo decimonónico. Efectivamente, la psicología sólo puede recibir su diploma de "ciencia" en la medida en que demuestre la utilización del método experimental y se ajuste a los principios y procedimientos de las ciencias naturales. Todo lo anterior, por lo tanto, fue considerado especulativo, metafísico y carente de valor científico.
En su intento por liberarse de su dependencia con respecto a la filosofía, la psicología se ve obligada a someterse al ideal de cientificidad imperante:-el de las ciencias físico-naturales.
En realidad, esta naciente disciplina autónoma comenzó siendo una "psicofísica" o una "psicofisiología", que intentaba establecer las conexiones entre la vida psíquica y sus correlatos anatómicos y fisiológicos (el viejo problema de encontrar las relaciones entre: el alma y el cuerpo).
Wundt, de formación fisiológica pero también filosófica, decide romper con la psicología "metafísica" del alma, basada en la introspección "pura" (es decir, no experimental), y fundar una psicología experimental que cumpla los requisitos de la ciencia natural. Será una ciencia cuyo objeto de estudio sea la "experiencia interna" (es decir, la conciencia), y el método a utilizar será la "introspección experimental.”
Con respecto al objeto de estudio, señala Wundt que "toda mani­festación del espíritu humano tiene su causa última en los fenómenos elementales de la experiencia interna". Dichos elementos fueron, desde un primer momento, la sensación y la imagen (más tarde se agregaron los sentimientos); por lo, tanto, era una psicología elementalista y analítica·

intentaba descomponer la vida psíquica en sus elementos simples para estudiarlos, y luego recomponerlos a través de formas de asociación. Con anterioridad a esta constitución de la psicología como ciencia experimental, ya la filosofía dominante de los procesos mentales era el asociacionismo, es decir, la tesis de que la vida mental puede ser explicada en términos de dos componentes básicos: "ideas" (o elementos) y "asociaciones", entre ellas. El asociacionismo se remonta, como antecedente, a las tres leyes de la memoria enunciadas por Aristóteles: asociación por contigüidad en el espacio o el tiempo, asociación por semejanza y asociación por contraste. El pensamiento, por ejemplo, sería una especie de encadenamiento asociativo de ideas e imágenes.
Wundt considera que todo lo que ocurre en la conciencia tiene su basamento en procesos fisiológicos específicos que reciben las impresiones externas y las transforman en movimiento. Es decir, la vida psíquica sería un estamento "intermedio" entre la impresión sensorial y el movimiento.
Con respecto al método, en realidad, es análogo al de la experimentación fisiológica. La llamada "introspección experimental" se diferencia de la introspección clásica o pura por el hecho de ser guiada por el experimentador. Pero, señala Wundt: "Sólo puede hablarse de una aplicación del método experimental al dominio psicofísico fronterizo", es decir, al campo de lo sensorial, que es lo que puede ser controlado por el experimentador. La experimentación permite el control de los datos pasivos proporcionados por la introspección. De este modo, el método se transforma de "especulativo" en "científico".
Así, las experiencias de laboratorio comienzan a ocupar un lugar central en los textos de psicología. Théodule Ribot, teórico de aquella nueva psicología experimental, afirma que para emprender con éxito las investigaciones psicológicas, "es necesario conocer las matemáticas, la física, la fisiología, la patología" tener una materia para manipular, instru­mentos al alcance de la mano y, sobre todo, el hábito de las ciencias ex­perimentales". Se legaliza, por lo tanto, el trasvasamiento de métodos y procedimientos desde las ciencias naturales hacia la psicología.
Podríamos decir que la frontera entre la psicología anterior (metafísica, especulativa) y la nueva psicología experimental del siglo XIX, es una frontera metodológica: de un lado tendríamos métodos reflexivos, intuitivos o especulativos; del otro, métodos objetivos.
En este momento de ruptura entre la psicología como rama, de la filosofía y la psicología como ciencia experimental, se sientan las bases de una discusión epistemológica que va a atravesar la historia de la psicología hasta el presente: de un lado, quienes postulan la necesidad de que la psicología, si pretende ser una ciencia, debe adoptar los criterios de la ciencia experimental positiva; del otro, quienes afirman que, al ser el objeto de estudio de la psicología un objeto histórico y no estático, el estatuto de cientificidad de la psicología debe alcanzarse a través de criterios radicalmente diferentes a los de las ciencias naturales.
1.3. Criterios de cientificidad y noción de progreso científico.
Vemos así que la perspectiva que se adopte, y la forma como se defina el objeto de estudio implican un recorte particular de este objeto, así como también una metodología consecuente para su abordaje. El ideal científico de las ciencias físico-naturales (observación, medición, experimentación, predicción) es, con frecuencia, una meta inalcanzable

(y éticamente a veces no deseable) en las ciencias del hombre.
Es innegable la pertinencia del método experimental para la investigación de algunas áreas del conocimiento. Lo que se cuestiona es la universalización del método para el abordaje indiscriminado de cualquier área del conocimiento.
Es en el seno de las ciencias del hombre que deben elaborarse los métodos que resulten apropiados para acceder al conocimiento de sus específicos objetos de estudio
Consideremos las tres áreas en las cuales se desarrolla la actividad científica: el contexto de descubrimiento, el contexto de justificación y el contexto de aplicación. El primero tiene que ver con la manera como un investigador llega a enunciar sus hipótesis o afirmaciones; el segundo es aquel que está en relación con la validación del conocimiento, y el tercero incluye todo lo relacionado con las aplicaciones de la ciencia.
El método postulado por las ciencias físico-naturales se centra en el segundo de estos contextos y pone el énfasis en la cuestión de probar si una teoría enunciada es pertinente o no. El investigador justifica, así, la validez del conocimiento.
El contexto de descubrimiento hace referencia a cómo surgen en el científico las hipótesis a explorar. Aquí es difícil de negar la intervención de factores independientes de la razón. El modo como surgen las hipótesis a investigar tiene que ver no sólo con las necesidades de la sociedad, los interrogantes y las zonas oscuras de la ciencia, sino también con las experiencias personales, las motivaciones, la ideología de aquel que las formula.
Todo aquello que mueve al investigador en su actividad y que lo lleva a formular ciertas hipótesis y no otras es un proceso que no está siempre en el dominio de lo consciente. Los factores ideológicos no son ignorados por el positivismo contemporáneo, pero existe la convicción de que la coherencia misma del método es suficiente para resguardarse de elementos no racionales, de esta manera, éstos quedan fuera de su esfera de interés, consecuentemente con su ilusión de objetividad.
Esta ausencia de lo subjetivo tiene implicancias importantes y hace al ideal científico de las ciencias físico-naturales. Pero en las ciencias del hombre, el sujeto irrumpe constantemente, no sólo desde lo individual, sino también desde lo social, lo cultural, lo histórico.
Precisamente, son estos últimos factores los considerados por Thomas Kuhn para dar cuenta de la noción de "paradigma”, como "realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante un cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica" ("La estructura de las revoluciones científicas", pág. 13). Es decir, el conjunto de supuestos, creencias o principios que es sostenido por una determinada comunidad científica.
El progreso científico es concebido por este autor como una sucesión de momentos paradigmáticos y momentos de crisis que generan una ruptura con el paradigma vigente. El pasaje de un paradigma al otro se produce, en parte, porque el segundo responde a más interrogantes que el primero; sin embargo, este pasaje se ve obstaculizado por la adhesión de la comunidad científica al viejo paradigma, adhesión que no

siempre puede ser justificada racionalmente, sino en función de las resistencias que genera el nuevo paradigma.
El papel que juega el conocimiento previo en el proceso del conocer es un tema central en la epistemología de Gastón Bachelard, quien sostiene que los conocimientos previos pueden funcionar como obstáculos epistemológicos, como barreras para la adquisición de conocimientos nuevos.
En su libro "La formación del espíritu científico" describe una serie de obstáculos epistemológicos (experiencia previa, percepción, opinión, etc.). Su propuesta de "conocer contra los conocimientos" tiende a un cuestionamiento constante del saber adquirido y promueve una reflexión que conlleva una depuración ideológica de los conceptos del campo teórico, para que a éstos no se los dé por válidos por el solo hecho de gozar de prestigio o aceptación.
De esta forma, esta concepción se opone a la adición o prolongación de una determinada línea teórica. Se propone descentrar al sujeto que investiga, respecto de los objetos a investigar, produciendo así una "ruptura o corte epistemológico" que resitúa el proceso de conocimiento. Esta postura se opone a una concepción de un saber continuo, acumulativo, lineal, aceptando las discontinuidades, tanto del proceso como del objeto del conocimiento.
En relación con este tema, quizás sea pertinente tomar como ejemplo esta misma situación de aprendizaje. El lector que aborda esta primera unidad, "Qué es la psicología", llega a ella (en su inmensa mayoría) con un "saber" previo. Saber que proviene de diferentes fuentes: lecturas diversas, discursos familiares, etc. Este conocimiento, que es parte del bagaje cultural del lector, es un saber que tiene un doble, paradójico y contradictorio efecto en el proceso del conocimiento: al tener origen en datos directos, tiende a transformarse en creencia u opinión que, en consecuencia, se opone a la reflexión y a la crítica, rasgos esenciales que definen el quehacer científico. Es así que, en forma no consciente, este saber previo se transforma en obstáculo para la adquisición de nuevos conocimientos. Estos emergen a través de la vía de las reformulaciones, cuestionando, poniendo en duda el saber adquirido, abriendo constantemente el conocimiento a nuevas perspectivas, aunque ello implique dejar más interrogantes que respuestas.
Bachelard señala también la situación paradojal del saber previo para la adquisición de nuevos conocimientos, ya que éstos se alcanzan sólo a partir de la base de otros conocimientos, aunque sean erróneos, pero nunca desde la ignorancia o desde un punto cero inicial. Desde esta perspectiva define el proceso del conocimiento científico como un proceso de "rectificaciones incesantes".

1.4. Construcción de los sistemas psicológicos contemporáneos a partir de diversas rupturas
No podemos acercamos a las cuestiones que plantea la psicología contemporánea sin entender previamente las raíces históricas y los contextos en los que se fueron dando las sucesivas rupturas epistemológicas. Si quisiéramos intentar una síntesis de la evolución cronológica de dichas rupturas, podríamos recurrir a los manuales de historia de la psicología; veríamos allí que, globalmente, se distinguen tres etapas:
1) La psicología “pre-científica” o filosófica, estrechamente ligada a la evolución de las cosmovisiones filosóficas, y entendida como una rama de la filosofía.
2) La psicología fundacional del siglo XIX, que surge a partir de la ruptura con la filosofía, reclamando para la psicología el rango de ciencia independiente.
3) Los sistemas psicológicos contemporáneos que, a partir de principios del siglo XX, intentan una ruptura con los conceptos teóricos y metodológicos de la psicología decimonónica.
Así como la primera ruptura busca desembarazarse de la "psicología del alma", por considerar sus nociones meramente especulativas y carentes de fundamento científico, la segunda ruptura apunta a los tres pilares de la psicología del siglo XIX: conciencia, introspección y elementalismo asociacionista.
Esto nos permite comprender el surgimiento casi simultáneo de tres grandes sistemas psicológicos contemporáneos: el psicoanálisis, el conductismo y la teoría de la Gestalt.
El psicoanálisis surge como una respuesta a la psicología clásica, que circunscribía sus estudios al campo de la conciencia. La ruptura se produce a partir de la tematización de la vida psíquica inconsciente.
El conductismo rechaza a la conciencia como objeto de estudio y a la introspección como método, proponiendo el estudio de la conducta a través de métodos objetivos.
La teoría de la Gestalt ataca el elementalismo asociacionista de la psicología clásica, consistente en reducir los fenómenos complejos a sus elementos constitutivos, introduciendo la conocida premisa de que "el todo es más que la suma de sus partes", antecedente del estructuralismo moderno (entre otros, del estructuralismo genético del Jean Piaget).
No obstante, según las palabras de José Bleger: "Cada una de esas escuelas mantiene un compromiso con algunos de los supuestos fundamentales de la psicología tradicional. El psicoanálisis y el conductismo se estructuran sobre la tradición elementalista y asociacionista. La Gestalt ataca específicamente este último punto, pero su compromiso queda establecido con la psicología de la conciencia y la introspección ".
También centrado en el análisis de este período de ruptura entre la psicología tradicional y la psicología contemporánea, Georges Politzer afirma que el mismo no es la historia de una organización, sino la de una disolución: la disolución del mito de la doble naturaleza del hombre.
Surge de todo lo visto hasta ahora que el conocimiento científico no avanza por simple acumulación sumatoria. Por el contrario, los momentos de ruptura se dan a partir del surgimiento de hipótesis que redefinen (a veces radicalmente) el problema del objeto y de los métodos, y que actúan a modo de núcleos que organizan la búsqueda del conocimiento.
Esta visión histórica y dialéctica del devenir del conocimiento científico no permite adjudicar a los sistemas teóricos las categorías de “verdaderos” o “falsos”, ya que todos ellos constituyen momentos parciales y provisionales en el desarrollo de la ciencia en general, y de la ciencia psicológica en particular.

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